“Y bíenaventurada la que creyó que tendrá cumplímíento lo que le fue dícho de parte del Señor.”

Este texto fue la cubierta del boletín de la Iglesia Presbiteriana Cumberland para un día de las madres. Yo lo guardé y luego lo pegué en una caja de colgar. La caja se llamaba: “la caja de promesas” y allí guardé promesas contenidas en la Biblia que luego las sacaba una por una para leerlas cada día. Cuando salí de mi casa paterna, mi mamá seguía sacando las promesas y me las enviaba, especialmente cuando yo tenía problemas. Lo más maravilloso es que estos textos eran la respuesta correcta para los problemas que tuviera. Por ejemplo, cuando tuve problemas económicos, mi mamá me envió una promesa que decía: “Mío es el oro, mía es la plata, dice el Señor.” ¡Qué seguridad me trajeron esas promesas! Hoy lamento no haber guardado esos textos porque sé que cada uno se convierte en una oración para mí.

GRACIAS DIOS POR QUIEN ME ENSEÑÓ TUS MARAVILLOSAS PROMESAS. GRACIAS PORQUE TUS PROMESAS SON VERDAD, AMÉN.

-Michelle Wan Arguello