“... E hízo mal ante los ojos del Señor, no como los reyes de Israel que fueron antes de él (17:2)... (Entonces) el rey de Asíría ínvadíó la tíerra y sítíó a Samaría por tres años (17:5)... (Luego) el rey de Babílonía víno con todo su ejércíto contra Jerusalén y la sítíó (25:1) y quemó la casa del Señor, la casa del rey y todas las casas de la cíudad (25:9)...”

Los versos abreviados encierran un periodo de tiempo entre los años 732 y 531 antes de Cristo. Doscientos años, durante los cuales fueron destruidos los reinos de Judá e Israel. La gente de Israel pecó una y otra vez, se volvió contra los caminos del Señor.
¿No es esta nuestra historia también? Llamamos a Dios cuando nos sentimos en lo profundo de un hueco, pero lo olvidamos una vez nos recuperamos. Adoramos nuestros ídolos modernos: dinero, fama y logros personales, olvidando a Dios quien hizo nuestros logros posibles. Olvidamos a quien nos libera hoy al igual que liberó a los hebreos de la mano de Faraón.

PADRE NUESTRO: GRACIAS POR BENDECIRME Y PROVEERME PARA MIS NECECIDADES. BENDICE A LOS QUE COMPARTEN SUS BENDICIONES CON OTROS Y CON LA IGLESIA. AMÉN.

-Clinton Fox